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lunes, 4 de septiembre de 2017

Goce Inocente

Solo me hace falta darte un beso.
Te tengo.
Estas en lo dulce de mis pensamientos
y lo agrio de mi alma.
En lo dulce de ser perfectamente imperfectos
e imaginarme todo y nada contigo.
 En lo desapacible al ser egoísta
y dejarte complacer las oscuras sensaciones que me provocan verte.
¿Te das cuenta?
Te tengo.
Mi cuerpo posee a tu alejado corazón.
Ya no solo eres tú. Aunque sea invisible para ti...
¡Eres todo lo que yo pueda ver!

¿Es él?

Y es que lo conozco,
desde su cabeza hasta su torso
y desde su torso hasta sus pies.
Y es que lo conozco,
desde su seria apariencia.
hasta su imperfecto perfil.
Y es que lo conozco,
cuando sé que está triste… y aparenta estar bien.
Desde que me dice te quiero.
Y es que lo conozco,
 porque no lo pronuncia con sus labios,
sino con sus grandes y vivaces ojos.
Desde que, entre tanta gente, siempre es él.
Irreemplazable como nadie y especial como todo.

Ejemplos

Hay amores imposibles.
Tan imposibles como tus besos, por ejemplo.
Tan imposibles como tus abrazos, algo más.
Existen momentos efímeros.
Los días que te encuentro.
 Lunes efímero, por ejemplo; viernes efímero, este otro más.
 Están las casualidades excepcionales.
 Hablando de cuatro a cinco, por ejemplo.
Jugando y siendo nosotros mismos, uno más.
Por último, somos distantes.
Mi frialdad contigo, por ejemplo.
Tú corazón al mío, otro más...


¿Viajé?

Sí viajé.
A la isla de sus besos, solitarios y rodeados de pasión.
Al desierto de su mirada;
como un color rojo e intenso,
tan prolijo de los atardeceres en este bioma.
Al tipo de bosque que eran sus abrazos;
frondosos y misteriosos,
en cada uno hallaba una reacción nueva.
Al arrecife de sus emociones, tan profundas y aún por descubrir.
¡Vaya que me encantaba viajarlo!

lunes, 17 de abril de 2017

Medieval

Conocí un caballero
de una fina armadura;
que brillaba como el sol,
brillaba como ninguna.
Él me regaló una rosa,
una inusual y espinosa;
pero esa resultó ser la más hermosa.
Por un momento ya me guiaba,
no a un puente mágico;
sino al castillo que añoraba.
Y así pasamos el tiempo, compartiendo memorias y enamorándonos lento.
Terminó el día y con mucha nostalgia, yo ya me despedía. 
Tenía dudas, una princesa como yo, no creía en ese gran lord.
Dejé el reino de donde él venía, y sin mirar atrás, mi decisión ya no era detenida.
Creía que sólo soñaba con ese momento, que no fue real, 
que sólo fue un cuento.
Tiempo después, 
el caballero apareció; 
tocando el gran portón y alegrando mi corazón. 
Nos volvimos a enamorar y sabíamos ahora que nadie nos iba a parar.
Fue mi reino, el suyo y un cálido inicio para dos jóvenes,
 que hacían válido la locura de un viejo amor.