Y es que lo conozco,
desde su cabeza hasta su torso
y desde su torso hasta sus pies.
Y es que lo conozco,
desde su seria apariencia.
hasta su imperfecto perfil.
Y es que lo conozco,
cuando sé que está triste… y aparenta estar bien.
Desde que me dice te quiero.
Y es que lo conozco,
porque no lo
pronuncia con sus labios,
sino con sus grandes y vivaces ojos.
Desde que, entre tanta gente, siempre es él.
Irreemplazable como
nadie y especial como todo.
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