Recorrí su cuerpo. Y sí, era una marea desconocida pero imponente ante todo.
Estaba todo oscuro, no podía ver los pequeños detalles; sin embargo, mi tacto me ayudó a precisar los lunares que tenía.
Esos grandes ojos se cerraban al sentir los arañazos en la espalda.
Placentero, a decir verdad. Lo contemplaba en todo momento, hasta que cayó dormido del cansacio.
Con delicadeza, acomodé su cabeza contra mi pecho; fue inesperado, sintió mis latidos.
Mi corazón bombeaba cada vez más rapido y dejé que sonara; no intenté detenerlo, tal como un marcapaso. Y me di cuenta ahí, el significado del amor consumado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario